Voluntariado y recogida de alimentos

Hace unos días se hizo una recogida de alimentos por toda España para ayudar a los menos favorecidos. El número de voluntarios para hacer el trabajo era considerable, y todos se sentían satisfechos por el trabajo.

Pero, pensándolo bien: ¿qué sentido tiene que uno vaya a un supermercado, compre a precio normal un producto y luego lo deje en manos de los voluntarios para que primero hagan un sorteo por categoría y luego lo transporten a los bancos de alimentos existentes?

¿No sería mejor colectar dinero, y con ello comprar directamente a precios reducidos una mayor cantidad, y además los productos realmente necesarios a cada momento? Algunos dirían que la solidaridad no sería la misma y la recaudación sería baja.

Valdría la pena cambiar de forma y que los bancos de alimentos publicaran el número de sus cuentas bancarias para que los donantes puedan elegir entre comprar alimentos a una cadena, con el beneficio para esta y enviar dinero que los bancos de alimentos pueden usar mucho mejor.

Yo por mi parte sigo sin entender que nuestra solidaridad pase primero por ayudar a las empresas que regentan los supermercados a mejorar sus cuentas de venta. Hay un productor que practica el sistema de puntos al comprar ciertos productos, y que esos puntos son cancelables por descuentos al comprar un nuevo producto, pero que se pueden donar para el banco de alimentos a la vez que el productor se compromete a añadir un 50% a la donación. Esta forma de donar sí es interesante, ya que no obliga al donante a ir al supermercado a comprar un producto y depositarlo luego en los carros solidarios obligando a un ejército de personas solidarias a hacer un resorteo de los productos.

También lo he visto en recogida de productos para refugiados en países lejanos. Aparte de la inseguridad en saber de qué productos  realmente están necesitados existe el coste desproporcionado en el transporte, que consume un valor importante de dinero que podía usarse mejor comprando los productos cerca de los campos de refugiados, lo que a la vez beneficiaría a la producción local, que seguramente también lo necesita para sobrevivir.

Creo que debemos repensar la estrategia. Hay muchos actos solidarios que se pueden hacer sin este trajín de mercancías, que benefician más a las empresas que a los necesitados. Podemos participar en comedores solidarios, lo que muchos ya hacen; o en acompañar a personas en necesidad de ayuda a hacer actividades que les hace vivir en ese momento, convivir sencillamente.

Y cómo no, donar dinero para que las organizaciones de voluntariado puedan hacer su labor allí donde hace falta y allí donde la sociedad pública, por desgracia, se desentiende.

Miguel Benito